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domingo, 6 de octubre de 2013

Compromisos

   Mi nombre es Juan, tengo 29 años. Soy victima de un país con crisis económica, estoy preso de un sueldo no mínimo, sino, diminuto. Pero de algo estoy seguro, esto va a mejorar. Tengo mis ideales tatuados en la piel, mi obligación es cumplir con toda persona con la que me comprometa, serle fiel a mi pareja, a mis principios y a mi país.

La situación estaba muy mala... mi esposa, Gabriela, no ha podido comprar la lista de útiles para los niños. "No hay plata, no alcanza, vamos de mal en peor" -Las frases más repetidas en mi casa, ¿Cómo hace uno para vivir en el sótano de un sueldo insignificante, ante una inflación del tamaño de un rascacielos?

Llevo cuatro años trabajando en una empresa de repartidores. Cuatro años con el mismo cargo. Cuatro años con el mismo sueldo. En estos últimos días han estado botando empleados, parece un ritual, los llaman a la oficina del jefe y de inmediato le gritan ¡Despedido! Un día de tantos me llamo mi jefe a su oficina, con nervios entre y me senté, él me miró y me dijo:

-Juan, ¿Cómo estas? Ya es hora de ascenderte, necesitamos a alguien que pueda encargarse de la gerencia de esta sucursal, ¿Estas dispuesto?

¡Rayos! Mis emociones estaban saltando de alegría, por fin podría darle una mejor vida a mi familia. Esta oportunidad no la puedo desperdiciar. Pero la felicidad, en este caso, duró poco... antes de que pudiese responder mi jefe agregó:

-Ah veo que te has contentado, se te nota en la mirada. Pero Juan, para asumir este cargo debes hacer un pequeño cambio en el informe de entregas. Recibirás 29 paquetes mensualmente pero notificaras que solo te llegaron 20. Es un pequeño cambio, nadie se percatara. A lo que respondí:

-Señor, ¿Usted me esta pidiendo que engañe? ¿Que robe?

-Solo digamos que es... una pequeña ayuda para la empresa. Ya sabes como esta la situación del país, debemos enriquecernos de una manera u otra. Te doy dos días para que lo pienses.

Salí de la oficina y en la noche le comente a mi esposa la situación que me apretaba. Después de una larga charla me dijo: Haz lo que creas correcto, pero recuerda que siempre hablas de tu compromiso con la sinceridad. Imagina lo que serías si aceptas o no aceptas el trabajo.

Pasaron los días, volví a la oficina y con mucho valor le dije a mi jefe:

-Ya tome una decisión, lo siento mucho, pero no puedo aceptar su propuesta. Mi jefe asombrado respondió:

-Juan, ¿Estas consciente de que vas a perder tu trabajo si te niegas a esta oferta?

-Si señor. Pero prefiero seguir mis ideales, no romper mis compromisos y seguir siendo un hombre de palabra. Tanto usted como yo queremos prosperar, pero esta no es la forma. Por lo menos no es mi forma. Si para surgir, tengo que engañar, prefiero trabajar en otro lado. Lo siento mucho.

-Juan... felicidades, es usted el nuevo gerente de esta sucursal. Pasaste la prueba, necesitamos a alguien en quien confiar, alguien que no se desvíe por la ambición. Hemos hecho esta prueba con mas de siete empleados, y ni siquiera lo piensan, aceptan engañar a las demás personas de inmediato. Gracias por tu sinceridad y compromiso, nos vemos mañana... gerente.

La vida le pone pruebas a nuestra integridad moral y como toda prueba tiene sus recompensas, recordemos siempre que la sinceridad abre más puertas que cualquier llave maestra, que un compromiso se basa en hecho y no en palabras y que solo cuando las cosas se hacen bien, cosas buenas pasan.

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