"¡Ningún hijo mio sera maestro, tú seras un gran doctor!" Así empiezan uno de los errores más grandes de los padres. Atribuirle grandeza a un doctor pierde coherencia cuando se la restan a un docente, los niños siempre hablan con más preguntas que respuestas, de hecho, la niñez es un territorio minado de preguntas que vamos contestando a medida que vamos creciendo y esto forma nuestras aspiraciones, lo que "queremos ser de grandes".
Docente. Esa es una palabra frágil que en este país siempre está en emergencia, se tambalea de lado a lado sin conseguir ningún equilibrio. Al detenernos por un momento a observar los rincones mas precarios de la geografía venezolana nos damos cuenta que la pobre e insuficiente educación de nuestro país tiene como consecuencia un virus de violencia, marginalidad, pobreza y exclusión que se va expandiendo como cuando lanzamos una piedra a una laguna calmada. Justo allí, en los barrios y urbanizaciones, en donde camina el venezolano promedio es en donde se representa la emergencia educativa que hay en Venezuela. Y todavía no encontramos solución a esto.
Aquí hay que incentivar a los maestros. Si la base de toda persona es su educación, ¿Cómo impulsamos a un país sin bases? Necesitamos personas que se apasionen con su trabajo, que le pongan almohadas a su paciencia. Necesitamos buenos profesores en los colegios, escuelas y universidades publicas. Cada día la educación tiene más problemas por resolver, este oficio tiene una enorme responsabilidad social. Hay que urdir sin presión pero con excelencia, entre padres y profesores, el futuro de nuestro país, lo más importante. Lo nuestro. La educación juvenil.
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