Hace unos cuantos días en una clase
de la universidad el profesor nos envió a leer un libro de Fernando
Sabater del cual su primer capítulo llevaba por título "La Muerte Para
Empezar". Es un libro que te obliga a no solo pensar sobre la vida,
sino filosofar sobre ella. Denota en uno de sus tantos párrafos
que ya vencimos a la muerte el día que abrimos
los ojos, que ya derrotamos a ese desconocimiento infinito
el día que nacimos. En otro párrafo señala que la
conciencia de la muerte nos hace madurar, el
saber que vamos a morir es en realidad lo
que nos hace mortales, en fin, este libro deja muchas
interrogantes caminando por nosotros, pidiendo a
gritos ser contestadas.
Pero hay una parte del libro
que me intrigó mucho. Dice que “La muerte propia produce temor,
pero la muerte ajena produce dolor” Esto sigue haciendo
eco en mi mente por el hecho de que por esa frase nosotros, los
venezolanos, nos salimos del margen que establece
el libro. Nosotros escuchamos a diario comentarios sobre
asesinatos de otros venezolanos y lo decimos como si ya
fuera costumbre, como si el país se fuera amoldando
a las balas en el rostro. No me quiero imaginar
cuantos gatillos se han apretado o cuantas
gotas rojas han caído al suelo, yo quiero que dejen
de quitarle la vida a nuestra gente.
¿A dónde se fue nuestra sensibilidad?
Vivimos en un lugar donde hasta por un reloj te puede quitar
el derecho más fundamental que es la vida. No
podemos seguir viviendo en una cuenta regresiva como esta.
Existe una gran diferencia
entre el que se murió y el que mataron, nadie debería
ser capaz de quitarnos nuestra vida. Hay
que despertar nuestras ganas de vivir, nuestras
ganas de luchar, nuestras ganas de
conocer un país seguro. La tolerancia no se debe asomar
en estos asuntos. Si la muerte es para empezar
y por lo visto también para terminar, hagamos
que la vida sí valga la pena.
Venezuela, te quiero segura.