Venezuela vive su momento más borroso. El caos ensució cada rincón
del país, la coherencia se perdió hace varios meses y el que la intenta
rescatarla sale perjudicado. Donde había chistes ahora hay insultos, donde hubo
risas, hay lamentos. Hoy es 8 de diciembre, del 2013 y en nuestro país se
celebran las elecciones de alcaldes y concejales. Quizá sea una oportunidad, un
disfraz o solo una esperanza, pero si hay una sola cosa de la cual podemos
estar seguros es que hay que votar.
Si hoy alguien se va a abstener a algo que sea al miedo, no
hay que tener miedo. Hay que hacer de cada fila de votación colas enormes, lo
suficiente como para que los que piensan abstenerse se lleguen a preguntar
¿Sera que van a sacar harina de esa escuela? Que las colas sean más grandes que
las que recorrieron el país los meses anteriores. Yo no logro conseguir ni un
gramo de coherencia en esos venezolanos y venezolanas que invierten diez horas
de su vida en una fila para obtener un electrodoméstico, o en quien madruga a
las afueras de un supermercado para convertirse en un pedazo mas de la
gigantesca cola de desesperación y que no sean lo suficientemente consientes para
ir a sumar su voto al destino de nuestro país.
Si son capaces de utilizar el razonamiento para saber que
los electrodomésticos se van a acabar y que la comida se va escasear, seamos
capaces también de razonar que la libertad se va a acabar, que la justicia es
cada vez mas escaza y que el futuro se nos esta destruyendo. No hay que dominar
la matemática de manera absoluta para saber que dos horas en una fila para
mejorar el país son mejores que diez horas en otra para adquirir un alimento.
Esta es la simple matemática del venezolano y aun así hay quienes dudan de este
resultado.
Después de todo lo que ha pasado estos últimos meses votar debería
ser un ejercicio moral, lo inmoral seria convertirse en un quejumbroso de manos
cruzadas. Les pido a todos los que han sido asaltados, no permitan que también les
roben su voto. A los que han quedado desempleados, asistan a votar como si
fuera su primer día de trabajo. Y por todos los que han dejado de vivir este
año por culpa de la delincuencia, ¡llenemos esas cajas de votos!
El viernes me tropecé con el Twitter. Esa calle que
nunca duerme, la tinta que no se acaba. Miles de historias, comentarios,
chistes y chismes que transitan diariamente por este medio. Algo muy atractivo
de esta red social es que dejamos a un lado las apariencias y mostramos de una
manera casi tangible nuestra verdadera personalidad, nuestras preferencias,
ideologías, costumbres y hasta talentos. Estamos desnudos, como somos, como
queremos ser. Me di cuenta de que varios tuits pedían a gritos calle, otros
votos, otros calle sangre y pistolas.
Yo pienso que nunca se debería cambiar el voto por un arma,
es posible conquistar un país sin sangre. Imagínense que este es un examen de selección
simple para entrar a una mejor Venezuela, y ahí donde dice votar, ahí debemos
marcar con un chequeado. Sorprende que a estas alturas todavía haya que
insistir para que las personas vayan a votar.
La mayoría de los países exitosos, lo son porque su gente
logro que su alcance fuera mayor que su capacidad, se esforzó, no huyó. Mil
veces se cayeron y mil veces mas se levantaron, ¿Usted qué piensa hacer? ¿Eres
uno más de los que han convertido la abstención en un acto suicida? ¿O eres de
los que prefiere tumbarse con unas maletas en Maiquetía y quejarse tras la
sombra del extranjero? Algún día podemos conseguir un mejor país y ese día
podría ser hoy. Todo depende de ti. Levántate, ponte una gorra, pásale seguro a
la puerta y selecciona el país que quieres. La única solución, es no desistir.