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domingo, 28 de julio de 2013

Un Año Más

   El pasado jueves 25 de julio una de las mujeres más hermosas de Venezuela estuvo de cumpleaños, y no pude desperdiciar la oportunidad de asistir a su festejo. Al entrar a su fiesta de inmediato hay que moverse a su ritmo. Ella baila de todo, pero te puede pisar el pie en cualquier momento, a veces podría jurar que siento el peso de su mirada y la risa de sus travesuras... Caracas es un dama con paso acelerado.

   Esta es una mujer golpeada que esconde sus moretones con el maquillaje de su paisaje. Esta ciudad es excesivamente hermosa, no hay quien pueda decir lo contrario. Aquí se forma una canción en la cual Caracas pone el ritmo y sus habitantes la letra. Es una obra de arte. Pero ha sido maltratada.

   De niño yo definía a Caracas como la ciudad de la publicidad. Habían demasiados anuncios; en cada pared reposaba una propaganda. La ciudad no solo era un comercial, sino un comercial bastante bueno. Bajo mi criterio, una de las mejores formas de festejar a una ciudad tan lonjeva como esta es, sin duda, desnudandola. Recorrer su mapa, trazar una linea, admirar su atardecer y respirar en sus pulmones. Todo con la compañia de una camara que es esencial para este tipo de cumpleaños. Pero para mi sorpresa, la fiesta termino temprano.

   Es dificil conseguir una pared de Caracas sin una consigna a favor del actual gobierno o en honor al ex presidente. La delincuencia no descansa, y la pulcritud se fue de viaje. No se encuentra el respeto de un ciudadano al otro, el problema social que afronta Caracas es tenebroso. Al paso que va, ni siquiera habrá quien quiera escribir un epitafio para la pobre Caracas.

   El pronostico de Caracas es una situación austera y no han sido suficientes cuatro siglos para desmentir esto. Esta ciudad no nace el día que la construyen, Caracas nace, el día que la empecemos a cuidar, aquí no hay medicamento que alivie, lo que solo un cambio social puede lograr. Venezuela ha sido escrita mil veces pero pocas veces, ha sido querida.

   La unica consigna que necesita Caracas en sus paredes es: Ayudenme.



domingo, 21 de julio de 2013

¿Mi país?

   Creo que la última vez que estuve con él fue en un partido de la Vinotinto. O en un lunes a las seis de la mañana mientras entonaba el "Gloria Al Bravo Pueblo". No tengo idea de dónde puede estar ahora. Sólo sé de ese espacio con petróleo en el norte de Sur América que empieza a caminar cada vez más despacio y a veces se tambalea. Otra cosa sé: La esperanza se nos está poniendo vieja, no me colma de ánimos como antes. Yo ya no tengo Whisky para soportar esto y probablemente ustedes no quieren que siga escribiendo, de lo que ya ustedes saben.

   Empecé a escribir en forma de desahogo. Y desde ahí todas las semanas hago un casting de sustantivos y paso horas con una lupa en busca de su adjetivo correcto. Pero últimamente los problemas me tienen congestionado. Escribo sin tomar aire, como corriendo. Mi lápiz ya no encuentra un sinónimo correcto para esta epidemia.  Hasta se me olvido cuando fue que se nos empezó a enfermar el país. Pero si sé que uno de los primeros síntomas fue cuando le pusieron un concepto errado a la palabra "Patria". Venezuela necesita una alta dosis de sosiego.

   Venezuela, a pesar del síndrome de la caducidad que ahora padece, deja en el turista un buen sabor de boca. Allá afuera este pedazo de piel americana arde. Grita por su exploración, demanda ser recorrida y todos sus hijos deambulan por sus costados sin saber, verdaderamente, la riqueza que yace debajo de sus pies. El que patea cada rincón de este país corre el riesgo de enamorarse.

   Vivimos esas sabanas que parecen interminables, nos deleitamos con las montañas y playas, y recorremos las desgastadas carreteras. Vamos desnudando de a poquito el mapa, solo por el placer que nos proporciona, saber que esto es nuestro, sentirnos parte de algo importante, saber que somos venezolanos. Una sonrisa se nos empieza a columpiar en la memoria.

   Este país se tiene que leer entre lineas, hay que descifrar sus pausas y colaborar para que suene la paz en cada vocal de Venezuela, de esta manera evitamos sepultar la incandescencia de esta tierra.

   Permítanme brindar por el maravilloso espectáculo de país que tenemos. Como les dije, ya no tengo Whisky, así que brindaré con el corazón porque he descubierto que ahí es donde siempre esta, y estará, mi país.





domingo, 14 de julio de 2013

Cicatrices

   Son esos tatuajes sin tinta, marcas que son para siempre, el reflejo de un acontecimiento, letreros que dicen "Aquí sucedió algo". Lo más peligroso que puede haber en la vida es, indudablemente, intentar vivir. Por eso es tan divertido. Conocemos el dolor para saber valorar el bienestar, y la melancolía para pagar los lujos que nos proporciona el amor. Nadie pasa por la vida sin probar lo amargo de la soledad y lo dulce de la compañía. Una cicatriz es la víspera de una caída, y el festejo de un nuevo levantar. La tinta indeleble que dejó regada el tiempo.

   Según la Real Academia Española (RAE) las cicatrices son las señales que quedan en los tejidos orgánicos después de que una herida ha sido curada pero, para mí, este es solo un tipo de cicatriz. Las cicatrices no siempre nacen en la piel. Hay personas, momentos y hasta lugares que crean cicatrices y estas dejan un tatuaje en nuestra mente que hacen que absolutamente nada sea igual desde ese entonces, que no haya un día en el cual no volteemos a  ver ese raspón de la mente, ese descuido del tiempo, ese regalo de la vida. 

   Las cicatrices son marcas que al instante pueden doler, pueden hacer que nos sintamos abandonados y hasta desvalijados pero nos conceden el privilegio de nunca olvidar. Una cicatriz la puede causar un amor de los buenos, la perdida de alguien importante o uno de esos momentos en los cuales nos ponemos en peligro para defender lo que queremos o lo que es justo.

   Las grandes historias no se hacen solas. Venezuela está llena de personas que quieren un cambio, una mejoría. Pero carece de valientes que hagan ese cambio realidad, que se arriesguen para poder construir un futuro, quebrar lo común y establecer cicatrices. La receta para una cicatriz no es parlotear, uno no va a sacudir las manos y entonces van a aparecer cambios como por arte de magia. Las cicatrices consisten en rasgar el presente, esa página en blanco. Y hacernos notar.

   Siempre hay que dejarle una ventana abierta al éxito, no hay que darnos por derrotados ni aun estando derrotados. No hay que darnos por prisioneros, ni aun siendo prisioneros. Solo así aprenderemos que de migas se construye el porvenir.

domingo, 7 de julio de 2013

Recuerdos De Fin De Semana

   Este viernes me desperté del lado alegórico de la cama. Con ganas de caminar los pasillos de mi mente, de derramar pasado por los pasillos de la casa. Yo creo que una gran parte de los enormes privilegios de estar vivo es, indudablemente, recordar. Hojear el pasado, escuchar una vieja canción, transportarnos hacia ese buen partido de fútbol con los amigos, regresar al sabor de nuestro primer beso, a ladrenalina de nuestras aventuras, volver a la majestuosidad de un paisaje o a la simplicidad de un viejo chiste. Al frío de la soledad o al calor de un buen abrazo y de manera espontánea, desenvainar una sonrisa.

   Y luego de la sonrisa, entramos sin mapa en una isla de recuerdos. Recuerdo más diciembre que enero, más viernes que lunes, más sonrisas que llantos. Recuerdo  aquelldama que se llevo mis ojos en su cintura, y por supuesto, el díque obtuve mi cédula. Recuerdo haber aprendido a cocinar con mamá y a manejar con papá. Recuerdo la primera vez que el Ávila me esbozo una sonrisa, algunas cachapas saliendo de Maturín y unas horas de transito entrando a Caracas.

   Recuerdo cuando podíamos barnos en la lluvia sin tener que alojar enfermedades, comprar un desayuno con cuatro o cinco bolívares y caminar mientras la noche nos miraba. Recuerdo muchas elecciones, muchos candidatos, recuerdo cuando los golpes de Estado se daban en Caracas y no en Twitter. Hasta recuerdo cuando los políticos eran sinceros...  no. Es mentira, creo que eso nadie lo recuerda.

    Sospecho de un olor a soledad en mi camisa. La música triste opta por estrenarse. Uno le colocfelicidad al pensamiento y nostalgia la mirada y seguimos perdidos, extraviados en este mapa de recuerdos abstractos. Tergiversando momentos, usando eufemismos en los momentos  de desgracipara poner carcajadas donde hubo penas. Recolectamos la mayor cantidad de sigilo posible y lo metemos en lugar donde nos encontremos, agitamos con cuidado y como resultado, se nos empiezan a humedecer los ojos. A veces, al parecer, llorar contenta.

    Luego corremos hacia el cristal que dice "En caso de lágrimas, colocar una metáfora" y suena algo así:

    Hagamos de estos instantes, viajes en el tiempo, viajes que no pueden durar mucho ni poco. Viajes que no pueden afectar demasiado, pero que tampoco pasan sumisos debajo de la mesa. Viajes para sonreír, viajes para llover. Viajes para reírse del pasado, corregir el presente y preservar el futuro. Como todo en la vida, hay viajes buenos y viajes malos. Pero todos se recuerdan.

     Mi pasaporte ha expirado.