Es difícil hacer las cosas de la manera correcta, la fibra moral del venezolano se ha ido desgastando con el tiempo, hay rasgos y características propias y muy distintivas de la población venezolana que nos han empujado, sobre todo en la última década, a la vida en corrupción. Somos seres corruptibles, vemos la impunidad vistiendo a los maleantes y, peor aun, lo consentimos.
Esta es la manera en la que hemos reaccionado ante el acontecer diario que ha denotado nuestra historia como país, veo con mucha preocupación la erosión de nuestras instituciones y aunado a esto, la imagen de país que le damos a los anales del mundo. Pero por supuesto, no somos corruptibles por gusto, o por lo menos no del todo.
Difícil no consentir las deficientes y desmesuradas políticas públicas de este gobierno en una cola de horas por comida cuando se es padre o, simplemente, cuando no se puede conseguir de otra manera. Cuando es estrictamente necesario. Imposible no sucumbir nuestras objeciones e inconformidades ante un sistema de "Justicia" del cual estoy avergonzado y que además, siendo estudiante de Ciencias Jurídicas siento la impotencia de ver a los poderosos romper de manera aberrante todo lo que enseñan con mucho esfuerzo en la Escuela de Derecho quienes están comprometidos con la ley y la justicia y elevan su práctica hasta la excelencia. Pero la solución yace en nosotros.
Es la libertad la necesidad más imprescindible para el hombre y es la ley lo que asegura la libertad de todos los hombres, colocando así, una frontera entre ser libre y delinquir; y hago énfasis en "todos los hombres", porque ya después de tantos golpes que se ha dado la humanidad debemos comprender un principio categórico: Solo puedo ser libre si todos somos libres.
Ahora bien, no se puede ser libre sin educación, sin conocer nuestros derechos y obligaciones, sin saber lo que ha pasado en otro periodo de la historia, sin leer lo que pensaban los ilustres y egregios intelectuales del pasado, sin tantear otras culturas y civilizaciones, no puede ser libre quien no escucha al que piensa distinto, quien no tiene capacidad de juicio, quien no dice la verdad y, por supuesto, quien no respeta la libertad de los demás.