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domingo, 1 de septiembre de 2013

Mientras Tanto

   Es martes. Cae, como es de costumbre, una cadena en el televisor. Aparece Nicolás Maduro en el populoso barrio de Petare al este de Caracas. Se le nota cansado, ojeras tan oscuras como las fallas de luz en la noche, arrugas como grietas en nuestras calles y hasta sospeche de unas cuantas canas. La presidencia puede ser una pócima de envejecimiento.

   A Nicolás le falla el verbo, no halla el adjetivo correcto, quizá el idioma le esta pasando factura por lo de "millones y millonas". Habla de multiplicar la formación artísticas en los estudiantes de bachillerato, pero por alguna razón, sus promesas no riman con sus planes. Sus palabras van a contravia y no hay ni una gota de carisma en su vocabulario. De pronto, de forma espontanea, hace lo que ningún político había podido hacer antes: Mezclar "Cristo" y "Penes" en una sola oración.

   Nuestro presidente es un golpe al idioma, un error continuo, una gotera constante. Nicolás se ha convertido en una bolsa de calorías e inercia. Pero en algo ha mejorado: Sus insultos. Maduro se ha convertido en un maestro de insultos y logró que la ofensa vaya incluida en el kit de un "Verdadero revolucionario" Inyectándole a sus seguidores esa costumbre de agredir al que difiera de su pensamiento.

   Venezuela es presa de un derrumbe social y económico y ya no tenemos con que cubrirnos. Somos esclavos de un sueldo mínimo, prisioneros de cuatrocientos dólares anuales y vemos en primera fila como apedrean al país.

   Todos dicen que un día saldremos de esto, que vienen tiempos buenos, y yo no lo dudo, pero, ¿Qué hacemos mientras tanto?

   

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