Según la Real Academia Española (RAE) las cicatrices son las señales que quedan en los tejidos orgánicos después de que una herida ha sido curada pero, para mí, este es solo un tipo de cicatriz. Las cicatrices no siempre nacen en la piel. Hay personas, momentos y hasta lugares que crean cicatrices y estas dejan un tatuaje en nuestra mente que hacen que absolutamente nada sea igual desde ese entonces, que no haya un día en el cual no volteemos a ver ese raspón de la mente, ese descuido del tiempo, ese regalo de la vida.
Las cicatrices son marcas que al instante pueden doler, pueden hacer que nos sintamos abandonados y hasta desvalijados pero nos conceden el privilegio de nunca olvidar. Una cicatriz la puede causar un amor de los buenos, la perdida de alguien importante o uno de esos momentos en los cuales nos ponemos en peligro para defender lo que queremos o lo que es justo.
Las grandes historias no se hacen solas. Venezuela está llena de personas que quieren un cambio, una mejoría. Pero carece de valientes que hagan ese cambio realidad, que se arriesguen para poder construir un futuro, quebrar lo común y establecer cicatrices. La receta para una cicatriz no es parlotear, uno no va a sacudir las manos y entonces van a aparecer cambios como por arte de magia. Las cicatrices consisten en rasgar el presente, esa página en blanco. Y hacernos notar.
Siempre hay que dejarle una ventana abierta al éxito, no hay que darnos por derrotados ni aun estando derrotados. No hay que darnos por prisioneros, ni aun siendo prisioneros. Solo así aprenderemos que de migas se construye el porvenir.
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