Traductor

domingo, 17 de noviembre de 2013

Había una vez un país

   Había una vez un país que estaba aprendiendo a caminar. Con mas futuro que petroleo por delante y miles de personas con sonrisas en la cara y ganas de prosperar en la mente, era pequeño pero daba grandes pasos. Fue bautizado como Venezuela por un italiano el cual determino que había un enorme parentesco entre Venecia y lo que hoy llamamos el Lago de Maracaibo. Este es el país de las mujeres, lleno de talento y comedia. La pequeña Venezuela era alérgica a la violencia, el chisme y los disturbios. Actuaba el doble de lo que hablaba, era el reflejo de la efectividad. El mapa de Venezuela tenía forma de rinoceronte, y era tan pujante y fuerte como uno de verdad. Así andaba este país, gateando en el silencio del éxito y la notoriedad. El mundo se hace mucho mas simple bajo la sombra de la inocencia.

   A mi siempre me ha resultado escalofriante el hecho de que no recordemos algo tan importante e imprescindible para nuestra vida como el momento en que aprendemos a caminar, la Venezuela de hoy en día no recuerda ese momento, al igual que nosotros de pequeños cuando no recordamos nuestros primeros pasos, nuestra primera torta o nuestra primera palabra, el país no recuerda lo pujante que era, la fuerza de su sociedad, y la valentía de su gente. El país no supo de su prosperidad, de su absoluta democracia o de su gran coraje que rodaba por todas partes. No se entero del esfuerzo de su gente. Ni de los caídos en la lucha. En rigor, no tiene claro el nombre de su presidente. Más allá esta la sociedad viviendo la realidad frente a frente, quejándose de saqueos y a la vez deseando presenciar uno. Entre chistes y "patria" se nos fue la coherencia.

   Esta sociedad no se cansa de mirar el retrovisor. Vamos de espaldas hacia un futuro incierto, así como una avalancha, el país se nos viene abajo. Nuestra moneda se convirtió en un cubo de hielo abordo de un sistema de calefacción, y mientras yo escribo y usted lee, se sigue derritiendo. Los venezolanos nos convertimos en el menú preferido de la violencia, y se siguen reproduciendo esas maquinas de acero, ya no se sabe ni como llegar a viejo.

   Hablamos, comentamos, discutimos. País, inestabilidad, desazón. Todo eso en adjetivos y señalando a distintos sujetos. Es muy fácil quejarse desde el confort de nuestro hogar. La comodidad y la flojera suelen ser unos de los mayores afrodisíacos para este país. La solución se encuentra en nosotros mismos, hablamos mucho y hacemos poco, el país se nos viene y luchamos mas por nuestros equipos de béisbol que por el país que todos queremos ganar. La política ha separado tanto al pueblo venezolano que olvidamos que todos tenemos el mismo objetivo: Una Venezuela coherente.

    Estamos en un país para vivir, no para sobrevivir y Venezuela es un Estado fácilmente mejorable si todos ayudamos. Debemos ser voluntarios de un mejor país, estoy seguro que si todos nos unimos, mas temprano que tarde mis lineas comenzaran de esta manera: "Había una vez un país que aprendió a caminar..."

domingo, 3 de noviembre de 2013

Domingo De Pandora

   Este día bosteza entre una hora y la otra, sale a comprar el desayuno y camina en pijama por la sala... se acuesta, ve un par de películas y vuelve a bostezar. Pues sí, indudablemente, hoy es domingo. Nadie se puede resistir a estos domingos de noviembre, es satisfactorio descansar lo acumulado desde el lunes y lo que sobro del viernes. Abro las cortinas, deslizo las ventanas y ahí está el regalo de cada domingo: La ciudad. Como una mujer preciosa, sencilla y calmada, así se encuentra la ciudad desde mi ventana los domingos. Sin el ruido de los autobuses, sin gritos inmorales, solo el cantar de unas cuantas aves y los rayos del sol matutino, y por un instante todo es como debería ser. Pero ni un domingo puede escapar de la realidad venezolana.

   Había un problema en mi ventana, algo rompía el paraíso de silencio y luz. Miré hacia abajo y era increíble, una fila kilométrica de personas, abuelos, mujeres embarazadas y hasta con niños. Algunos cargaban una franela roja del Partido Socialista Unido de Venezuela. Tierna ironía. 

   El supermercado se encuentra a cuatro cuadras de mi casa pero una frase estaba muy cerca de mi boca "Aquí sí que hay patria". Baje a comprar el desayuno y mientras disfrutaba una clásica empanada revise el periódico. Ahí estaba la muerte como un artista en pleno debut, un día de tantos va a salir en la sección de farándula como la más popular de Venezuela. La que no pela una fiesta, la que está en todos lados. No importa cuántos cauchos quemen o cuantas calles tranquen los asesinatos siempre le ganan los titulares a la vida. Y las cifras siguen creciendo. De vuelta a mi casa no soporte la curiosidad, me ganó el candor. Le pregunte al último en la fila que para qué era la cola, el señor, apoyando su respuesta en un bastón me dijo: ¿En este país? Hijo, en Venezuela esta cola es para todo. 

   Los noticieros admiten que no nos tienen buenas noticias, pero dicen que la situación mejorará... en unos cuantos años. Los periódicos son menos optimistas, pero no los culpo, ni siquiera tienen papel para reproducir sus noticias. Capriles dice que el tiempo de Dios es perfecto y varios dicen que han visto a Dios caminar entre escoltas por nuestras calles.

   Venezuela es como la caja de pandora. Al final, luego de que se desataran todos los males, lo único que quedó fue la esperanza.